Noticias
y cuentos sobre la muerte de una niña
Luis Villamor
27/09/2013
El uso
de las fuentes en el periodismo es un factor clave. Su utilización deficiente,
frívola o folletinesca puede convertir una publicación seria en un «fanzine» si
se producen intoxicaciones o imprecisiones de grueso calibre. Los rumores,
todos sabemos, no son noticia, aunque, es cierto, que muchas veces constituyen
su espectacular antesala. En el caso de la niña asesinada en Santiago, todas
las alarmas sobre periodismo serio han saltado por los aires.
Asunta Basterra lleva muerta apenas una semana y ya se han escrito océanos de
tinta sobre un hecho que ha conmocionado a la sociedad gallega, no solo por
tratarse del asesinato de una menor adoptada sino por las circunstancias
sociales y el entorno del caso. La mayoría de las cabeceras en Galicia han
apostado por darle páginas y páginas al suceso como si la extensión
representase necesariamente más información, en una suerte de impropia pero
habitual «fiebre amarilla», cuando los datos eran escasos y la especulación
volcánica.
Los lectores se encuentran sumergidos estos días en un océano de dudas. Tienen
pocas certezas y alimentan muchos rumores, algunos emanados directamente de la
prensa que consumen, más adicta, a lo que se ve, a trabajar con sugerentes
hipótesis que con datos contrastados. «Facts are sacred, opinions are free».
Una
mirada al periodismo anglosajón, no a los tabloides y digitales
sensacionalistas, nos permitirá comprobar este aserto elemental, que nos ha de
llevar necesariamente a colocar los hechos en un lugar del periódico, y las
opiniones en otro, y hasta con distinto alarde tipográfico.
A la
noticia de la aparición del cadáver de Asunta han seguido una serie de
titulares tan atractivos como contradictorios, sin que medie, de un día para
otro, explicación alguna al público y mucho menos fe de errores por quien
publica y difunde las informaciones falsas. El lector, ante los cambios en cada
información, ha tenido que conformarse con que las investigaciones «han dado un
giro inesperado». Ese recurso o triquiñuela periodística ha servido para
justificar lo desajustado del titular del día anterior.
El pasado 25 de septiembre La Voz de Galicia publicaba que la niña era
«heredera universal» del patrimonio de sus abuelos, hipótesis ampliamente
manejada después, a modo de efecto arrastre, por tertulianos, enviados especiales
y demás hordas periodísticas. Cuarenta y ocho horas más tarde este mismo
rotativo le contaba a sus lectores que «Asunta no aparece en el testamento de
sus abuelos pero recibió bienes en vida». O sea, todo lo contrario.
También
se dio por cierto que a los padres de la pequeña se les investigaba por el
asesinato de los abuelos. Horas más tarde, ni una palabra del asunto, ni un
desmentido, ni una disculpa.
Es
norma publicar al menos cuando un par de fuentes avalan la información, y no
precipitarla antes, lo que al parecer, con algunas excepciones mediáticas, ha
dejado de estar de moda. El público también ha podido leer, en este caso, en El
Correo Gallego, que Rosario Porto, la madre de la niña, era igualmente hija
adoptada para, horas después, el rotativo compostelano convenir en titulares
que en realidad se trató de «un embarazo de riesgo». ¿Qué importancia tenía ese
dato? ¿Qué justificación para ese error?
No es lícito suscribir que la realidad no te estropee una buena crónica. Los
periodistas, máxime cuando se trata de un suceso, debemos presentar en
titulares un enfoque de los hechos lo más esencial posible.
Aventurar las hipótesis y comentarios convenientes, si lo requiere el caso,
pero ya no como noticia, a no ser que simplemente queramos hacer del periodismo
un cuento. «Stories», en inglés,se aplica a las noticias, pero también
significa cuentos.
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